Viajamos con el alma antes que con los pies. No seguimos mapas, seguimos la luz. Somos nómades de instinto, espíritus libres que se mueven entre mares, estaciones y emociones. El sol es nuestro punto de partida y nuestro regreso. Nos guía, nos abraza, nos recuerda que estamos vivas. Entre la arena y el agua, encontramos refugio. Allí donde la piel brilla y el alma descansa. Porque ser nómade no es irse: es aprender a encontrarse en cada lugar.